martes, 19 de febrero de 2013

UEFA Champions League: Enamorados del fútbol


Alex Ferguson

Por: Andy Luis Leal Cerdá

Mi novia se preguntaba este “Día de San Valentín” el  por qué de mi enamoramiento ciego por el fútbol. Es que este deporte tiene la capacidad de sorprenderme cada día como mismo te atrapa el amante más sincero y ojo, que en esto mi novia tiene un récord superior a los goles de Messi.

Luego de la primera semana de la Liga de Campeones nos hemos puesto a echar cuentas, sumando goles, valor doble de los de visitante y perjudiciales para el local, sin darnos cuenta que esos propios resultados refutan la teoría de jugar en campo rival. Ante aficionados verdaderamente hostiles goleó la Juventus y París fue una fiesta con su Saint Germain. 


El miércoles el Manchester United y el Borussia Dortmund visitaban a Real Madrid y Shakhtar Donetsk con empates a uno y dos goles respectivamente. 
 
Muchos creemos que los choques de vuelta dictarán sentencia, pero no estoy seguro a favor de quien pues estos colosos del fútbol europeo no creen en la presión de un estadio y eso quedó demostrado. En España hubo un baile del Madrid en la primera mitad (28 tiros a puerta) y muchos apuros en la segunda. Wellbeck adelantó a los de Ferguson y Cristiano Ronaldo empató.

Los que creen que el fútbol son estadísticas, nunca desprecien un escudo con un diablo. Ni a los equipos con leyenda, ni a los fantasmas que les dan aliento. En la Champions importa tanto el presente como la historia, y el Real Madrid lo sabe mejor que nadie. Por eso fue un acto de soberbia infravalorar al Manchester United por algo tan circunstancial como su defensa con lesiones o su centro del campo marrullero. Son el Manchester y esto es la Liga de Campeones. Quedó claro en el Bernabéu, y más aún cuando el escudo de la corona Real se presente en Inglaterra.

En la ida lo que pareció un baño del Madrid durante muchos minutos se transformó luego en un paseo por el filo de la navaja, medio cuerpo colgado del área y medio cuerpo asomado al vacío. Pudieron ocurrir tantas cosas al final que el empate se aproxima bastante a la verdad.

Llegamos a pensar que las tablas de la primera parte eran mentira. El empate no hacía justicia al entusiasmo del Madrid ni a su multitud de ocasiones. Desde el primer minuto y hasta el tiempo añadido, el equipo de Mourinho encadenó hasta quince oportunidades, incluido el gol y un tiro al palo de Coentrao; también pueden sumar un penalti a Di María.

Desde el primer instante quedó claro que la banda de Rafael era el hueco en la defensa del United. El joven lateral brasileño  todavía no conoce el oficio, ni la maldad. Cristiano atacó por ese flanco en los primeros minutos, le siguió Özil y por allí pasaron también Coentrao o Di María. Aquello, más que una banda, era una fiesta de carnaval.

Lo extraño y sorpresivo es que el Manchester no se encogía, ni aparentaba miedo. Es como si entre sus planes estuviera sufrir mucho. Los ingleses se veían acorralados cada cinco minutos, pero llegaban a la portería de Diego López con cierta facilidad, ágiles en el desplazamiento, impulsados por Rooney, Van Persie o Welbeck.

Los temores se confirmaron cuando Welbeck cabeceó a gol un córner, favorecido por el enredo de Ramos, más pendiente de la guerra que del marcaje. No fue un cubo de agua fría lo que cayó sobre el Bernabéu, sino el Mar del Norte. No era justo, ni razonable, pero el fútbol es así, como el amor. Costó entender que aquello era, simplemente, el Manchester, un gran equipo que se despertaba.

El Madrid se sacudió el golpe y regresó a su guión: atacar y atacar, correr y correr. Ganar por juego o por ganas. O por Cristiano. Estaba por cumplirse la media hora, cuando Di María repitió la jugada que valió el gol y el título en la prórroga de la final de Copa contra el Barça, ustedes recordarán. El balón voló parecido desde la banda zurda y Cristiano despegó igual, o tal vez mejor. Suspendido en el aire, trazó el cabezazo perfecto, inmortalizado como “Superfly”.

Según pasaban los minutos, De Gea se fue adueñando del partido. Sus paradas, diez, cien, mil, tenían más peso que los ataques del Madrid. Los porteros tan inspirados acaban con la moral de los delanteros. Lo mejor, probablemente, le permitió despejar con los pies un remate de Coentrao en el segundo palo.

El cansancio del Madrid, acercó más al Manchester. Fue el tiempo de Van Persie, el asesino elegante. Diego López tocó lo suficiente para desviar uno de sus disparos al larguero. Acto seguido, fue Xabi Alonso quien sacó su remate mordido bajo palos.
Sin apenas darnos cuenta, el duelo se había igualado y la eliminatoria estaba pareja hasta el milímetro, hasta se agradeció que el árbitro pitara el final para que el corazón descansara.   

Continuará en Old Trafford y para ese día el equipo de Mourinho tendrá que agarrarse al escudo tanto como a la corona que aterra a Europa y que tanto eleva al Madrid. Allí no valen de nada los goles de visitantes, allí solo vale ganar para uno o para el otro. Se viene la primera final de la Champions, curiosamente cerca de Wembley. Con partidos así como no voy a estar enamorado del fútbol, espero que mi novia me entienda.

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