Por: Alfredo García Pimentel
Parece de cuento de hadas y brujas… pero es verdad. Hace unos días, una macabra comisión del Comité Olímpico Internacional (COI) sugirió al máximo órgano del deporte en el orbe que sacara a la Lucha de su programa de disciplinas oficiales para la cita estival del 2020.
Aunque parezca mentira y, por el momento, solo sea una “sugerencia”, gladiadores y aficionados a esta antigua disciplina de todo el planeta han protestado, con energía y razón, ante la propuesta. Es pronto para sacar conclusiones, pero a juzgar por las últimas decisiones del COI, la invitación no puede ser otra: desde ya tenemos que cogernos lucha… por la Lucha.
Las posibles consecuencias de la exclusión de los tres estilos de la disciplina (grecorromana, libre y femenina) se pintan nefastas para todos. Eso, sin contar que resulta irrisoria para algunos la mera mención de tal medida para un deporte que ha acompañado al movimiento olímpico desde sus inicios.
La Lucha, en su más pura forma, constituye una herencia de los Juegos Olímpicos de la Antigüedad. En tiempos modernos, el de las llaves y los agarres fue uno de los 10 deportes fundadores, en Atenas 1896, y desde entonces, solo ha faltado en la versión de 1900.
En su historia como deporte olímpico, la Lucha ha repartido 398 juegos de medallas y ha evolucionado como pocos para adecuarse a las exigencias actuales de la televisión y el público para convertirse en espectáculo deportivo. Ha modificado estilos, divisiones, sistemas de clasificación, formas y tiempos de combate, sus reglas en sentido general para que no le suceda lo que ahora es amenaza, pero que dado el historial del COI, pudiera muy pronto ser realidad.
No hay que ir demasiado atrás en el tiempo para saber que a la entidad que dirige el belga Jacques Rogge no le tiembla la mano en asuntos de este tipo. De hecho, ya se extrañan en los Juegos Olímpicos al béisbol y al softbol, mientras otras disciplinas menos seguidas, como el golf, el rugby 7, la BMX o el ciclismo de montaña han encontrado cobijo en el programa estival.
Muchos han dicho que al COI lo mueve el dinero de las grandes federaciones deportivas más que intereses puramente atléticos. Sin embargo, países como Estados Unidos, Rusia y otras repúblicas europeas serán afectados si la lucha deja el panorama olímpico… y por ello, han protestado. El COI ha logrado, sin quererlo, lo que no ha conseguido ni la ONU: agrupar los ánimos de enemigos jurados (USA, RUS, IRN, CUB) en torno a la defensa de un deporte.
Por lo pronto, al menos no estamos solos en nuestra lucha. Noticias de todo el mundo dan cuenta de airadas protestas, como la del campeón olímpico búlgaro Valentín Yordanov, hoy presidente de la Federación del deporte en su país, quien ha dicho que devolverá al COI su título de Atlanta 96.
El siete veces monarca mundial de los 52 kilos en el estilo libre fue de inmediato secundado por los entrenadores de los equipos nacionales de Bulgaria, los que irán más allá, pues se han decidido a iniciar un huelga de hambre.
Para terminar, solo unos datos adicionales, para que vea cuánta mala fe alberga la propuesta del COI. La lucha es uno de los deportes más equitativos si de medallas hablamos, porque no tiene hegemonías; junto al remo, el tiro y el ciclismo ha tenido presencia casi absoluta en todas las citas bajo los 5 aros en su versión moderna y, si se elimina, pasará a engrosar una lista de ausentes que también incluye a la pelota vasca, el lacrosse, el críquet y el juego de la soga, un infantil deporte reconocido como tal por el COI y que, por cierto, tiene más apariciones estivales que el béisbol.
Díganme si no tenemos razón para comernos las uñas y, desde ya, estar cogiéndonos lucha… por la Lucha.
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