Por Alfredo García Pimentel
La pasión por la pelota, gracias a papá |
En
Cuba, béisbol y paternidad andan casi siempre de la mano. ¿Cuántos padres no
sueñan con que su hijo sea pelotero? ¿Cuántos cubanos han sabido de la
existencia de un deporte convertido en pasión, gracias al amor por la pelota
que hereda de su papá?
Porque
no me negará que esa herencia de vibrar por el juego casi viene en los genes y
se traspasa, sin intermediarios, de padre a hijo. En Cuba, el niño recibe, casi
siempre por la vía paternal, las nociones del deporte, la preferencia por algún
equipo, el hábito de seguir la pelota y la costumbre de no entender jamás la
derrota.