Por: Alfredo García Pimentel
Desde
hace mucho tiempo, el mundo de los deportes tiene en su hacer cotidiano la
mirada atenta y especializada, la mayoría de las veces, de un grupo de personas
queridas, a la vez que odiadas. No son
atletas, ni técnicos; tampoco pueden catalogarse como aficionados, pues hasta
preferir un equipo o un deportista se considera pecado para ellos.
Se
trata, eso sí, de gente comprometida con el deporte. Ellos siguen cada paso del
universo atlético, cada entrenamiento, cada partido, cada competencia… casi
nada escapa a sus ojos… y eso les da el poder de crear, de ayudar, pero también
les posibilita destruir.