Por: Alfredo García Pimentel
Desde
hace mucho tiempo, el mundo de los deportes tiene en su hacer cotidiano la
mirada atenta y especializada, la mayoría de las veces, de un grupo de personas
queridas, a la vez que odiadas. No son
atletas, ni técnicos; tampoco pueden catalogarse como aficionados, pues hasta
preferir un equipo o un deportista se considera pecado para ellos.
Se
trata, eso sí, de gente comprometida con el deporte. Ellos siguen cada paso del
universo atlético, cada entrenamiento, cada partido, cada competencia… casi
nada escapa a sus ojos… y eso les da el poder de crear, de ayudar, pero también
les posibilita destruir.
¿Ya
lo adivinó? Me refiero a los periodistas, comentaristas y narradores
deportivos, cuya labor nos pone cada día en los terrenos de juego aunque
estemos a kilómetros de distancia. El afán de informar los lleva al estudio
perenne del deporte, al análisis de las estadísticas y hasta a jugar un poco a
adivinadores, lanzando algún que otro “piscinazo” vaticinador de resultados.
Sin
embargo, las buenas intenciones no siempre son tan obvias. El periodista, como
el espectador promedio, alaba los desempeños deportivos más destacados y
critica, a veces con mano dura, a aquellos que pueden hacerlo mejor. Ese es su
trabajo, aunque no siempre sea bien recibido.
Hace
algunos años, un pelotero cubano recibió fuertes reprimendas de un periodista a
causa de su pobre defensa y bateo. El atleta, molesto, preguntó al comentarista
si él podría jugar béisbol y hacerlo mejor. El periodista ripostó: no puedo
hacer tu trabajo como tú… ¿harías tú el mío?
Sí,
señores, porque bien es sabido que una mala jugada puede destruir una carrera
deportiva tanto como un comentario adverso. Pero los periodistas no son un mal
necesario: son también pilares del mundo de los deportes.
Somos,
y ahora me incluyo, gente que ama lo que hace, que disfruta cada victoria y
sufre cada revés, que saca y comparte con todos lo bueno y lo malo que deja
cada partido. No somos ese montón de deportistas frustrados que muchos piensan,
sino todo lo contrario: en definitiva, no tenemos que ser deportistas para ser
hombres de deportes.
Suerte en este proyecto, amigos. Los felicito y saludo desde los angeles, California y de paso los invito a mi blog
ResponderEliminarwww.pasajedeportivo.blogspot.com
Un amigo
Rafael Rofes