Por Alfredo García Pimentel
Mucho
revuelo y disgusto ha causado en el mundo, y sobre todo en Europa, el precio
exhorbitante que pagó el Real Madrid para hacerse de los servicios del galés
Gareth Bale, venido desde el Tottenham Hotspurs. Tanto duró el culebrón del
estelar futbolista y tan alto pujó la institución blanca, que los 100 millones
de euros desembolsados por la entidad de Chamartín le han sacado declaraciones
agrias hasta a íconos del madridismo, como el francés Zinedine Zidane.
De esa
forma, Bale se convirtió en el fichaje más caro de la historia del fútbol, una
marca que al Real Madrid le gusta mejorar cada cierto tiempo. Primero el propio
Zidane (75 millones de euros en 2001), luego Cristiano Ronaldo (94 millones de
euros) y ahora El Ciclón de Gales.
Sin
embargo, con el permiso de la calidad futbolística del lateral madridista y del
dinero que ya recibe sin haber tocado su primer balón con el uniforme blanco,
creo que este fenómeno le tiene solo como un ejemplo más. Un rápido repaso por
las cifras monetarias que se mueven hoy en el deporte mundial hará saltar
alarmas y preguntarse, más de una vez, dónde está la crisis.