Por
Alfredo García Pimentel
El francés Maxime Vachier Lagrave ha impresionado |
Dotes de
analista matemático, capacidades de estratega militar, ciertas dosis de
adivinación y una pizca de valentía son, entre otras muchas, algunas de las
piezas que forma un talento ajedrecístico. A ellas, una deseos de triunfo, un
buen equipo de asesores, muchas horas de estudio y asistencia a buenos torneos:
sin dudas, sacará usted un campeón.
Así ha
funcionado toda la vida, aunque, como en otros deportes, la consagración de un
trebejista llegaba, casi siempre, con la madurez de los 30 años. Sin embargo,
el ajedrez moderno ha “virado la tortilla”. Digo más, a juzgar por la edades de
3 de los semifinalistas de la Séptima Copa
del Mundo Tromso 2013, ya se puede ser categórico: en el reino de Sissa, los “chamacos”
se rebelan.
Si no
bastara con que el número 1 del ranking y recordista ELO del planeta, el
noruego Magnus Carlsen (2862), sea apenas un niño y que ya se prepare para
disputarle el título mundial del indio Viswanathan Anand (2775), tengo a mano otros
ejemplos.
Tres
rusos y un francés disputan ahora mismo en Tromso, Noruega, las semifinales de la Copa del Mundo. Descontando al
reconocidísimo Vladimir Kramnik, de 48 años y acumulado ELO de 2784 antes de
esta competencia, el resto de los contendientes no sobrepasa los 25 años de
edad. ¿Qué le parece?
Dmitry
Andreikin (2716), tiene solo 23 primaveras y Evgeny Tomashevsky (2706), 25. El
caso más notorio de rebelión juvenil lo protagoniza el francés Maxime Vachier
Lagrave (2719), que con solo 22 añitos, ya le pasó raya en este torneo de monstruos
como el israelí Boris Gelfand (2764), el cubano Leinier Rodríguez (2757) y el
italiano Fabiano Caruana (2796).
En semis,
tablas durantelos primeros compromisos clásicos demostraron que la guerra de
generaciones se vivie intensamente en el juego ciencia moderno. Entre 64
casillas de un deporte antiquísimo, los “chamacos” se rebelan.
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