Por: Andy Luis Leal Cerdá
La posmodernidad marca nuestras vidas. Tras la caída de muchos paradigmas
el hombre se ha encomendado una y otra vez a su salvador a través de distintas
religiones. El fútbol es una de ellas como lo definió Eduardo Galeano.
Han ascendido santos para luego caer de sus altares. Primero fue Pelé en
Brasil, pero el mercado lo destruyó. Luego surgió Maradona, revolucionario y
defensor de los oprimidos, luego drogadicto amigo de la mafia napolitana. Llegó
el turno de Ronaldinho y este sucumbió ante las insaciables ganas de samba y
alcohol.
Esta semana cayó el último Dios del fútbol. Según han publicado varios
medios españoles, el cuatro veces Balón de Oro se fue a buscar a Álvaro Arbeloa
al párking del Bernabéu tras el partido. Messi llegó a insultar al lateral
madridista -le llamó "bobo", entre otras muchas cosas-, quien se
quedó literalmente de piedra. Su mujer, Carlota -que se encuentra en estado de
gestación-, que estaba junto al internacional español, tampoco daba crédito.
"¿A este qué le pasa?", preguntó a su marido, según testigos
presenciales. Un empleado del Barça tuvo que acudir para llevarse a Messi al
autocar junto al resto de la expedición azulgrana.
Pudiera ser una reacción normal de un futbolista que se calienta en el
campo. ¿A usted no le ha pasado jugando incluso en su barrio? Lo cierto es que
lejos de las polémicas y las riñas de otros Clásicos, el de Copa de este
miércoles sobresalió por la caballerosidad, la elegancia y el respeto que se
profesaron casi todos los jugadores de Real Madrid y Barcelona sobre el césped,
(siempre con algún detalle pasado por pimienta).
Bueno, al menos eso pensábamos todos cuando Clos Gómez pitó el final del
partido. Esta vez el que envenenó el ambiente, contrario a lo que usted pueda
creer, no fue ni Mourinho, ni Rui Faria, ni Pepe, ni Sergio Ramos. Fue “Lio Messi”.
Y mientras tanto, La
Sexta TV y la cadena COPE aseguran que el ‘10’ blaugrana
también agredió verbalmente a Aitor
Karanka, al que le espetó un “…cállate, que tú eres el muñeco de Mourinho”.
Dos acciones que dejan muy mal parado a Messi. Sobre todo por el hecho de
ir a buscar a Arbeloa dentro del propio parking y no respetar ni la presencia
de su mujer para llamarle “bobo”. Parece que las palabras no le salen delante
de las cámaras (Gala del Balón de Oro) pero lejos de los focos se comporta con
una actitud rastrera, barriobajera, y a todas luces despreciable, indigna de un
hombre que representa a un club grande con más de 100 años de historia.
Igual de lamentables fueron otras acciones en Clásicos previos, y no
importan los colores cuando se trata de respeto y educación. Ahora, en ese
apartado, Messi no anduvo para nada bien.
Ya he escuchado comentarios como: “… aunque la mona se vista de seda, mona
se queda”. Ahora he entendido que a Messi le han querido envolver con mucha
seda, desde su propio club y los grandes medios de comunicación masiva con
intereses de mercado.
Debajo de semejante envoltorio sólo hay un futbolista. Un excelentísimo
futbolista, sí, pero una persona al fin y al cabo, como el resto, como Cristiano,
Falcao o el Toro Linares. Lo dejó
demostrado el pasado miércoles con semejante patinazo. No era el primero de
todas formas, aunque algunos trataran de minimizarlos, vendiéndonos la imagen de
chico pobre embajador de la
UNICEF.
Que tenga buenos sentimientos, claro, todos los tenemos, pero no es un Mesías o un Angel. Que se lo
digan a los del Espanyol que les marcó un gol con la mano, al señor del
Bernabéu que le reventó la nariz de un balonazo y ni siquiera pidió disculpas,
o a Villa, Cuenca y Tello con quienes ha tenido sonadas broncas por no pasarle
el balón. Y a saber lo que no habrá trascendido…
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