Por Alfredo
García Pimentel
Ciego de Ávila fue campeón, de punta a punta |
Para
cualquier cronista deportivo resulta un acicate que se cumplan sus pronósticos.
Uno se siente casi un Nostradamus, aunque, a decir verdad, la victoria avileña
vaticinada en el comentario de ayer, casi se caía de la mata.
No
obstante, la holgada sonrisa de los Tigres de Ciego de Ávila sobre el JX ENEOS,
de Japón, en la final del World Baseball Challenge canadiense, trajo
satisfacciones más allá del no haberse equivocado. El zarpazo convertido en
nocao en 8 entradas y en el primer título internacional de un conjunto de
provincia significa, al menos para este comentarista, mucho más.
Del juego
final hay poco que decir. Apretado en sus inicios, relajado en su última parte.
Para Ciego, 14 carreras, 16 indiscutibles, 2 jonrones y ningún error. Para los
japoneses, 4 anotaciones, 7 batazos (todos extrabases, por cierto), igualmente
par de bambinazos y una pifia al campo.
Con estos
números se resolvió el asunto para Cuba, que vuelve a sonreír en su pundonor
beisbolero tras las derrotas
consecutivas sufridas ante los universitarios de Estados Unidos.
Del juego
final y de todo el torneo, más allá del resultado, afloran otras aristas. Desaforados
al bate, los avileños promediaron más de 360 colectivamente y colaron a varios
hombres en lideratos ofensivos. Raúl González, por ejemplo, produjo para 500 y
se llevó el título de bateo, mientras el recuperado slugger Yoelvis Fiss se
hizo del pergamino de mejor impulsador, con 11.
Sin
embargo, grandes dudas dejó el pitcheo felino, que descansó en Vladimir García
y Yander Guevara, quienes, a mi juicio, trabajaron demasiado. Ayer, para más
señas, Guevara caminó los 8 episodios de la novela pese a tolerar par de
vuelacercas, 3 dobles y 2 triples a la batería nipona. Cierto es que recetó 9
ponches y no regaló boletos, pero con ventaja de 6 carreras desde el 4to, se
debió tener algo de confianza en el bullpen.
¿Qué nos
deja el Challenger? Primero, la alegría de un triunfo categórico; la satisfacción
de ver junta, casi por última vez, a una gloriosa generación de peloteros
avileños. Segundo, esa agradable sensación de que nuestra pelota no descansa
solo en los equipos nacionales… y tercero, que el béisbol cubano, poco a poco, reacciona
al letargo.
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