jueves, 17 de octubre de 2013

El regreso del Rey



Por Andy Luis Leal Cerdá y Francys Romero García

La noche del jueves 10 de octubre en O.co Coliseum, Oakland, California JUSTIN VERLANDER derrotó al béisbol. Y no solo al béisbol, Verlander te derrotó a ti, a mí, a las dudas de Leyland y a los suspiros del GM Dave Dombrowski y a todos los que vieron aquel partido.

Le pitcheó a los Atléticos 8.0 con 10 K, obligando a 6 rollings (fáciles todos) y a 8 elevados (ninguno difícil, excepto el de Vogt), con 111 mágicos pitcheos (ninguno infame, ninguno desarticulado de la zona). La noche del jueves se demostró otra cosa que salió del lado ciego e invisible de Justin Verlander, cuando existe Verlander no existe nadie más, está solo él en su "beautiful day" como dice Bono.


Verlander le lanzó 30 innings seguidos con 0 a Oakland en las últimas dos postemporadas (mejor racha desde 1911, superando 28 E.L) y adivinen qué: tres de esas cuatro salidas fueron en Oakland, el estadio más tenebroso y fantasmal del deporte.

Nadie, ni el mejor traductor del planeta, podía descifrar a Justin este jueves, el mismo día que no bajó una recta de las 93 millas. Moss y Donaldson sufrieron 6 K dejando su BABIP en 000. Verlander lanzó ante zurdos para 20-1, ayudándolo en 12 ocasiones su cambio.

En Oakland había un eclipse de paso y todos se encandilaron de repente, pero lo peor: fue un eclipse de tres horas con la estrella fugaz del HR de Cabrera (con solo un pie) pasando de intermediario. La cara de Scherzer lo decía todo, pero no decía nada. Justin es el mejor del planeta, el último pitcher galáctico que ha logrado despejar el mecanismo desde su propia soledad.

Olvidando que tuvo una temporada de 13 victorias en el 2013, la menos ganadora desde las 11 de 2008, según nos dice Fangraphs, olvidando también los problemas de salud de su madre.

Las cámaras enfocaron a Dombrowski para el final y aún suspiraba de incredulidad y los fanáticos del palco contiguo lo miraban como diciendo:"este cabrón firmó al mejor de todos". Por eso la noche del 10 de octubre Verlander demostró que el béisbol aún sigue siendo un gran deporte, un magnifico juego que nunca dice su última palabra.

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